El hombre detrás de la música

Hoy os traigo un artículo que publiqué en BRWL hace unos años y que, por su valor, creo que no debe perderse como… bueno, ya sabeis como qué. :-)

Uno de los principales responsables de la grandeza de Blade Runner es, sin la menor duda, Vangelis. La música que compuso para el film no cumple en absoluto una mera función de complemento; desde el primer instante, se convierte en un elemento tan activo y poderoso como las imágenes mismas, reforzando su significado y transmitiendo un verdadero chorro de sensaciones al espectador. Pero de nada me servirá elogiar a estas alturas los méritos de una banda sonora calificada por muchos -entre los que me incluyo-, como la mejor que se ha hecho jamás. A mí hoy me interesa el hombre, el genio que consiguió iluminar con sonidos una historia compleja y oscura, sólo lo suficiente como para que viésemos sin ser deslumbrados.

Navegando por el océano digital me he encontrado con un pequeño pero fascinante artículo publicado en Julio de 1982 en la revista «Life», en el que el periodista Joe Klein realiza una breve pero interesantísima crónica de su experiencia junto al compositor tras haber pasado dos días en su estudio, mientras saboreaba el éxito de su trabajo en Carros de Fuego (Charriots of Fire», Hugh Hudson, 1981) y componía la música del film que ha marcado nuestras vidas.

El artículo original está reproducido en Vangelis Collector (un site dedicado a la música del compositor griego), y lo he traducido para todos vosotros. No se trata de un retrato completo de la figura de Vangelis, pero sí una buena aproximación a su personalidad y, sobre todo, su método, en el contexto de la creación de una de sus obras más logradas, admiradas e influyentes.

No os perdais ni una sílaba…


EL COMPOSITOR QUE PRENDIÓ FUEGO A LOS CARROS
Por Joe Klein. Traducción de Jorge «WEKurtz» Morales

En una apacible noche de finales de Abril, Vangelis sube las escaleras de caracol hacia su estudio de grabación en una antigua escuela femenina anglicana de una calle secundaria de Londres, y se encuentra con una multitud de gente aguardando para vitorearle. Su tema musical para «Carros de Fuego» es ahora el álbum y el single más vendido en los Estados Unidos.

¡Es maravilloso! -exclama la mujer de la BBC que se ha convertido en su astróloga no oficial.

Vanelis se encoge de hombros.

No sé… no sé -dice, mientras se quita su cazadora de cuero y su bufanda de seda azul. Saluda a dos ejecutivos americanos de la compañía discográfica y a una mujer de Los Angeles que quiere grabarlo en video. Él intercambia un gesto en plan «¿no es todo esto una locura?» con su amigo de infancia y manager financiero, Jiannis Zograthos.

Estoy aterrorizado -comenta por lo bajo. Luego se pasa la mano por su denso pelo negro, incongruentemente atenuado por el frente.
La gente comprará este trozo de plástico de Vangelis (este producto) y esperará que el siguiente sea similar. No me gusta ser un producto. No me gusta hacer lo mismo dos veces. Todo lo que yo hago es espontáneo. Todo lo que hago es improvisación. No me gusta estar controlado, limitado, tener expectativas puestas sobre mí.

Es, por supuesto, la clásica queja del artista que ha luchado y finalmente se ha convertido en un éxito comercial. Vangelis juega este ambiguo rol con apenas disgusto. Camina al lado del precipicio, burlándose de las convenciones, desafiando a los dioses… ahora sólo queda un humilde servidor de las fuerzas que están más allá de su control.

La música -dice- es de lejos más importante que el entretenimiento. La música -añade- puede ser muy peligrosa. La música -concluye- es Naturaleza.

De todas formas, se muestra más encantador que pomposo mientras dice todas estas cosas.

Evangelos Papathanassiou (su verdadero nombre) no sabe leer música ni escribirla. El trabaja solo, componiendo, arreglando, produciendo, interpretando, en una pila caótica de sintetizadores en una habitación. El pasado año creó en esa habitación la música de «Carros de Fuego», «Missing», y ahora «Blade Runner», visionando las películas en reproductores de vídeo. No se trata de un proceso tan espontáneo como él nos quiere hacer creer. Las películas son pasadas y repasadas, las pistas de audio grabadas y regrabadas, pero los resultados son siempre, según él, «improvisación». Cuando las cosas van bien, el trabajo puede ir muy rápido; según dice, compuso el tema principal de «Carros de Fuego» en una tarde.

Vi el comienzo del film, los atletas corriendo al lado del océano. Era tan saludable y jovial aquel oxígeno y aquella… euforia…

Se sienta en medio de un vórtice de teclados, moviéndose ágilmente de uno a otro, superponiendo unos sonidos a otros, creando orquestas en el aire. Parece continuamente sorprendido y fascinado por los efectos que puede invocar de las máquinas, riéndose tontamente mientras hace que un timbal suene con dos dedos de su mano izquierda, mientras su derecha recrea una fuga Bachiana. El tema se adapta a un patrón de bip-bops digitales, gobernados por un mando circular, mientras fija un zumbido apagado de fondo, y luego unas trompetas distantes, unas campanas, un coro masculino, un saxo quejumbroso, una escuela de ballenas. Sus manos, que uno esperaría delgadas, instrumentos delicados, son en realidad gruesas y rechonchas, con dedos embutidos y ensanchadas yemas que más se parecen a unos nudillos extraños, unos glóbulos redondeados con uñas opalescentes manicuradas, moviéndose con suma facilidad de un teclado a otro. Los sonidos -las trompetas, los bip-bops, los timbales, las cuerdas, los coros y las ballenas- se fusionan de alguna manera en un todo convincente; y Vangelis, en medio de todo, parece tan eufórico como los corredores que capturó perfectamente en «Carros».

Hay un distante tintineo… El teléfono. De pronto, la música desaparece y Vangelis contesta al auricular. Más felicitaciones.
Más tarde, durante la comida de esa mañana, pregunta tranquilo a uno de los ejecutivos de la discográfica americana,

– ¿Qué significa ser el número uno?
– Significa -dice el ejecutivo al otro lado del auricular- haber vendido 80.000 copias durante las pasadas semanas. Eso es más de lo que la vasta mayoría de discos venden durante toda su existencia.

Vangelis, que tiene treinta y nueve años, ha estado tocando el piano desde que tenía cuatro. Cuando contaba sólo seis, sus padres le enviaron a una escuela de música en Atenas, donde se reveló como una especie de inconformista.

Me encanta rememorar aquellas melodías -dice-. Cuando los profesores me pedían que tocara algo, hacía como leía las partituras, pero en realidad tocaba de memoria. No les engañé por mucho tiempo, pero no me importaba. Era obvio que había cosas que ellos no podían enseñar en una escuela de música. Podían enseñarte a ser una buena computadora humana, un músico, pero no podían enseñarte a ser creativo.

Vangelis recibió su primer instrumento electrónico, un órgano, cuando tenía catorce. Lo pintó de color dorado.

De hecho, mi primer instrumento electrónico fue una radio. Me gustaban los sonidos que hacía cuando movía el dial de estación a estación por la noche, cuando era un chiquillo. Y desde entonces, me gusta jugar con los sonidos. Primero lo hice con una grabadora de cintas, más tarde con un sintetizador. Cuando los primeros sintetizadores aparecieron en los 60, me quedé decepcionado. Aquellas eran máquinas muy toscas. Pero la tecnología ha llegado muy lejos desde entonces.

Vangelis actuó en bandas de rock europeas de mucho éxito, como Formynx y Aphrodite’s Child, pero ahora dice que no se tomaba muy en serio aquella etapa de su vida. Se trasladó de Atenas a París, donde compuso las bandas sonoras de muchos y exitosos documentales franceses de televisión, y allí conoció a su actual compañera, Veronique Skawinska, una fotógrafa. En 1974 se trasladaron de París a Londres. Ahora viven tranquilos en un apartamento en Queen’s Gate. Vangelis se entretiene pintando, cocinando, y ocasionalmente conduciendo su Rolls-Royce color cacaco y crema. Pero la mayoría de su tiempo la pasa en su estudio, donde le encanta demostrar su trabajo a todo el mundo excepto a los fotógrafos, de quienes desconfía porque cree que les «roban» su imagen.

Encuentro Londres muy creativo -dice-. Quizá porque el tiempo aquí es tan malo.

En la época en que llegó a Inglaterra, Vangelis fue uno de los muchos músicos electrónicos europeos que prosperaron. Pero en lugar de seguir la corriente de la música computerizada futurista, tan popular entre otros músicos de sintetizador, él se volvió más romántico, componiendo melodías en sus teclados.

La gente me dice: «¿Por qué no tocas música de verdad en instrumentos de verdad, en lugar de en esas máquinas?» Pero el violín es una máquina, y como el violín, estos instrumentos pueden ser tocados bien o mal. Yo los amo porque son microscópicos e instantáneos. Microscópicos porque pueden tomar una melodía y explorarla, modificarla, examinar todas sus partes. Y son instantáneos porque puedo crear sonidos sobre otros sonidos inmediatamente, ver cómo encajan juntos.

¿Pero no es eso algo demasiado solitario? ¿Acaso olvida la interacción con otros músicos?

Empecé solo y cuando tenía cuatro años -dice-, y terminaré solo. Por lo que creo que es apropiado.

De hecho, tras hacer tres bandas sonoras cinematográficas durante el pasado año, cada vez se muestra más cauteloso respecto a trabajar con otros. Desde el éxito de «Carros de Fuego», a su estudio llegan innumerables cintas de vídeo con nuevas películas prácticamente todos los días, para ser examinadas. Hay docenas de otras ofertas: Conciertos en los Estados Unidos, cantantes qure quieren colaborar con él…

No sé qué es lo que haré después -argumenta-. Nunca hice un plan en mi vida. Ya ocurrirá algo.

Amanece otro día en el estudio -Vangelis nunca llega antes del mediodía- y hay un problema con el Prophet.

Hay un buen problema aquí -dice Vangelis a Raine Shine, su joven ingeniero, mientras pulsa botones en el sintetizador de su derecha-. Cuando transportas medios tonos, el Prophet toca tonos completos. El ingeniero comprueba la máquina americana, hace una llamada telefónica, explica que uno o dos circuítos del Prophet han perdido su lógica-. Creo que tendrá que visitar a su psiquiatra -bromea Vangelis-. Debe tener un complejo de inferioridad.

El Prophet ha venido a complicar una situación de por sí difícil. Vangelis ha estado intentando dar los toques finales a «Blade Runer» durante muchas semanas, pero los cineastas han cambiado de criterio muchas veces, recortando escenas, especialmente el final. Cada vez que una escena es alterada, la música debe cambiar. Vangelis ha estado toda la tarde visionando una versión de la última escena (quizá del montaje final, no está seguro) e intentando diferentes cosas con ella. A diferencia de «Carros de Fuego», donde la música parecía guiar a los corredores, el score de Blade Runner, un thriller de ciencia-ficción, es casi subtextual para con sus notables efectos especiales. No hay un tema triunfal, pero sí muchas melodías distintivas que Vangelis está pensando utilizar durante la última escena y los créditos de cierre. Quizá deba repetir un encantador tema romántico introducido anteriormente en el que el héroe y la heroína se alejan en la distancia; pero él prefiere, sin embargo, una machacante y contundente pieza de magia computerizada que ha estado maquinando. Entre las llamadas telefónicas al director Ridley Scott en Los Angeles, ha estado pasando y repasando la escena final, añadiendo una pista secuenciadora (un sonido rítmico, percusivo y estridente), y luego una pista metálica (unas trompetas distantes) cuyos sonidos puede atenuar desplazando un dedo a lo largo de una barra negra del teclado, justo frente a él. El trabajo es satisfactorio pero también frustrante, pues nunca sabe lo que los cineastas  decidirán al final.
Se queda mirando a una escultura de un niño que murmura cosas al oído de una niña, bajo sus discos de oro y platino.

¿Te gusta esa escultura? -pregunta con sus ojos verdeazulados traviesos-. A mí no me gusta.

Entonces se va a a la segunda y más grande habitación de su estudio (llena de instrumentos de percusión, desde una hoja de sierra circular a un timbal) y regresa con un gran pedazo de plexiglás. Entonces solicita a uno de los asistentes (siempre hay un gentío en el estudio; su manager lo llama «la estación de trenes») salir y comprar un montón de pegamento.

¿Qué vas a hacer? -le pregunta Raine Shine.
Voy a destrozar esta cosa tan aburrida -sentencia Vangelis, mientras acomodala escultura en una mano y sujeta con la otra un martillo.

El hombre regresa con el pegamento. Vangelis lo desparrama sobre el plástico de forma aleatoria. Pone el martillo a un lado, sujeta la escultura desde lo alto y la deja caer sobre el plástico. La cabeza de la chica se rompe al impactar, y rueda hacia la derecha antes de ser atrapada por la cola; la cabeza del chico permanece en el centro. Varios pedazos de la base quedan desperdigados alrededor. Vangelis se agacha sobre sus rodillas y comienza a mover los trozos sobre el plástico, igual que si modulara las pistas de una de sus composiciones. Entonces se pone en pie e inspecciona su trabajo.

¡Ahá!» -exclama-. Así está mucho mejor.
¿Cómo le llamarás? -pregunta el ingeniero.
«La Liberación del la Primavera» -contesta, y a continuación retorna a sus teclados, donde el trabajo sobre «Blade Runner» continuará hasta bien tarde en la noche.

17 Respuestas a “El hombre detrás de la música

  1. Genial artículo WEK! Me encanta… porque dentro de mí siempre pensé que Vangelis no podía trabajar con partituras, es IMPOSIBLE…. tenía que ser así, improvisado, intuitivo, y el artículo lo confirma punto por punto. Sus creaciones tienen que ser así, no hay otra. No le veo anotando lo que consigue producir con sus decenas de teclados, deteniéndose y volviendo a tocar.

    Los sonidos «sinfónicos» que afloran en prácticamente todas sus composiciones son proclives a este tiempo de «composición». A veces me he pasado un buen rato pasenado los dedos por el sinte, o incluso haciendo el burro con el Mac con los samples del Garage Band y la verdad es que luego es imposible repetirlo (pero gracias a la función Grabar no se pierde nada… je). Y lo prefiero así que estar pensando en notas y compases.

    Lo que no me llego a creer es que Vangelis no sepa leer ni escribir música. Quizás hace 30 años, pero ahora, HA TENIDO TIEMPO DE SOBRA!

    Lo de la figurita ya es el remate… jaja!

    • Mira, no sigo la trayectoria de Vangelis (de él me gusta poco, aunque lo que me gusta, me CHIFLA), pero apostaría a que no, a que sigue sin saber «música» en el sentido académico. El tío tiene una habilidad nata y un oído impresionante… y no necesita más.

      Y lo de la figurita… tela, sí. Me da que quiso quedarse con los lameculos y el periodista que estaba allí aquel día… xDD

      • Yo empece a acumular discografía… pero si soy sincero, ORIGINALES apenas tengo las chorrecientas ediciones de la BSO de BR, el Themes, Carros de Fuego (en LP!) y poco más. El resto, digital oiga… Heaven & Hell, por ejemplo, lo pongo poquísimo y cuando tengo ganas de que las neuronas de desneutricen…. :D

        Abogo por lo mismo con la figura. Seguro que fué una quedada. No le veo de artista plástico ni escultor!

  2. Precioso el tema. No es que sea un fan acérrimo del griego, pero su trabajo fue descomunal. Lo entendió como nadie, ni el oscarizado JW hubiera podido igualarle.

    • JW = John Williams, para quien no lo sepa.

      Williams es un genio, no tengo la menor duda. Lo admiro muchísimo, pero cada loco con su tema… y con su estilo. Williams bebe del legado de los clásicos, y Vangelis es pura innovación… al igual que Blade Runner. Una orquesta sinfónica no casa con la atmósfera de Blade Runner, creo yo.

  3. Vangelis fue una revolución allá en los 70 y los 80 con obras maestras como Heaven and hell o See you later. Posíblemente el mejor compositor a sintetizador de su época. Aunque su faceta de pintor le esté restando tiempo; expuso en Valencia, fui de cabeza a ir a verle pero llegué tarde. Se ha expecializado en pintar angeles o criaturas celestiales. Y por supuesto, ya no se ha tomado desde entonces muchas prisas en la realización de bandas sonoras. Se le echa de menos desde su B.S.O. para Alejandro Magno y su triple edición de aniversario de BR. Ahora los reyes del sintetizador son los Daft Punk, y como mencioné en otra entrada de este blog, mucho me temo que seran ellos a los que se encargue la nueva B.S.O. de la revisión de BR. Aunque quien sabe…

      • ¡Herejes! :-) Un «Blade Runner» sin vangelis es como para echarse a la calle a protestar…

        En todo caso, ahí lo teneis: Si Vangelis no va a hacer Blade Runner 2, adiós a la coherencia. Porque Vangelis en la película tiene tanta importancia como las imágenes.

        • Me gusta ser hereje!!! XD Es la máxima expresión de libertad!!!! :P

          A ver, si no hay Vangelis no hay Blade Runner.
          Si no hay Deckard/Ford, tampoco.
          Si no hay Batty, tampoco.
          Etc.
          O sea que lo que salga de la cabecita de Scott tendrá que ser algo espectacular, o darle la vuelta como está haciendo, según parece, con Prometheus. La idea de explicar la historia del jockey espacial me parece interesante.
          En Blade Runner, ¿qué nos pueden contar? ¿El por qué *real* de los replicantes? ¿Cómo se creó la unidad de Blade Runners? Veremos….

          • A mí esas posibles tramas me parecen tan superfluas… En Blade Runner todas las tramas visibles están al servicio del existencialismo, del concepto Dickiano de «qué significa ser un humano». Todo gira alrededor de eso.

            Y ya está más que planteado en el original. ¿Para qué dar más de lo mismo? ¡¡NO QUIERO!! xD

            Por cierto, no sé a qué te refieres con «el porqué *real* de los replicantes».

            • Me refiero a si realmente los reps fueron diseñados para hacer trabajos desagradables para los humanos, etc, etc. Entiendo que se fabricaran para trabajos duos o insalubres, como colonizar el espacio, etc. pero ¿para qué matarse a hacerlos tan humanos en todos los sentidos? ¿Y los modelos básicos de placer? ¿y un modelo tan inteligente como Batty? ¿o Zhora? Si fuera así, con modelos tipo Leon había bastante. Digamos que tras esa explicación de «trabajador duro» podrían haber otros motivos.

    • Normalmente, cuando un músico distinto se encarga de una secuela, PASA, en mayor o menor medida, del trabajo de su antecesor; si acaso mete unos toques similares o recurre alguna que otra vez al «estribillo» o los acordes principales, pero el grueso de la obra consiste casi siempre en algo completamente distinto. Lo que es en parte comprensible: Tiene su estilo y quiere hacer las cosas a su manera… Hay casos excepcionales (recuerdo Rambo IV, cuyo autor se desvivió por parecerse a Goldsmith), pero normalmente y como digo, nadie se moja para guardar coherencia musical entre las partes.

      ¿Un «Blade Runner» sin Vangelis? No, sé, me viene a la mente un coche sin ruedas o unas gafas sin cristales… xD

  4. Joan, te respondo aparte, porque si no, el anidamiento nos acabará quitando el oxígeno… :-)

    >>Me refiero a si realmente los reps fueron diseñados para hacer trabajos desagradables para los humanos, etc, etc. Entiendo que se fabricaran para trabajos duos o insalubres, como colonizar el espacio, etc. pero ¿para qué matarse a hacerlos tan humanos en todos los sentidos? ¿Y los modelos básicos de placer? ¿y un modelo tan inteligente como Batty? ¿o Zhora? Si fuera así, con modelos tipo Leon había bastante. Digamos que tras esa explicación de “trabajador duro” podrían haber otros motivos.

    Bueno, la peli deja claro que los replicantes se usaron para las «peligrosas tareas de colonización de otros planetas», pero el dirigible también promociona el Off World diciendo que hay un replicante para cada colonizador, diseñado a la carta y adaptado a las necesidades de cada uno. De esto se deduce que los reps también fueron pensados como sirvientes personales en Marte. Esa es, creo yo, la explicación de que haya distintas combinaciones de características en los Nexus-6 («Phis», «Ment», etc.). Un replicante militar con dotes de liderazgo y arrojo en combate tiene que tener una gran inteligencia (Batty), mientras que un simple cargador de munición atómica puede (quizá *debe*) ser más borrico y sumiso (Leon), al igual que un modelo básico de placer (Pris).

    ¿Por qué hacer los replicantes *tan* humanos, pues? La evolución robótica tiene de hecho esa meta, ¿no?: Llegar a construir robots humanoides lo más perfeccionados posibles, a imagen y semejanza del Hombre. Tyrell, con esa idea en mente, se dio cuenta de que la mecánica no era la vía para conseguirlo, sino la genética: El hecho de *fabricar* seres idénticos a los humanos los diferencia de los auténticos humanos en una cosa fundamental: Que NO tienen derechos propios. De esa forma, puedeen ser usados como esclavos…
    Y ese fue el gran error de Tyrell, su pecado mortal (jugar a ser dios). Aunque no consideradas, las debilidades de los humanos aparecieron como efecto secundario y… adios negocio…

    Tyrell fracasó con un producto defectuoso. Y ese es uno de los grandes temas de Blade Runner.

  5. Vangelis, sencillamente, es para mí uno de los más firmes candidatos de ser considerado como «el Bach del siglo XX». Me encanta especialmente su etapa progresiva, no sólo por cuánto innovó, sino porque es la que nos ha dejado sus composiciones más elaboradas y complejas. Adoro ‘Heaven & Hell’ y ‘Albedo’.

    En relación a su autodidactismo, supongo que en efecto en estos últimos 30 años ya haya aprendido a escribir música, ya que es total y absolutamente necesario a la hora de componer para orquesta. A menos, claro, que tenga un orquestador que haga la tarea a partir de sus demos, cosa muy probable.

    Por cierto, esta entrevista me suena muchísimo. Ya la había leído. Por lo tanto, WEK, ya la habías publicado en BRWL… ¿no?

Replica a jfuste Cancelar la respuesta